Escribiendo Hojas En Un Libro
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“Escribir es como mostrar una huella digital del alma” Mario Bellatín,
 
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Carlita
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Carlita


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MensajeTema: -Felicidad-   -Felicidad- Icon_minitimeMiér Ago 31, 2011 3:44 am

A las seis de la mañana te subías sobre tu auto pintando de negro con detalles amarillos y en su techo llevaba el cartel de Taxi.

A las seis y diez paraste frente a un semáforo de color rojos donde aprovechaste a encender el cartelito de libre para comenzar a trabajar.

A eso de las siete menos diez de la mañana agarraste a tu primer pasajero sobre la costanera, era una pareja veintiañera, murmuraste un ¿A dónde los llevo? Que fue contestado de pura casualidad, ya que el joven estaba entretenido con la boca de la chica, y esta tenía sus manos ocupadas con algunas partes del cuerpo de su chico. Por dentro maldeciste el tener que aguantar unas cuarenta cuadras esa escena detrás de ti.

Por eso a las ocho y diez agradeciste que te dejaran torpemente el dinero sobre la palma de tu mano para luego abandonar el asiento trasero, una vez que escuchaste la puerta cerrarse pisaste el acelerador para detenerte dos cuadras después.

“Hacia tribunales por favor”
te exigió una mujer de unos cuarenta años, bien mantenidos, que al instante de dejar su cartera sobre su regazo y su portafolio a su lado se olvido de tu presencia y comenzó una charla a través del teléfono celular, supusiste que era abogada al escucharla decir “¡¿Eres inútil o que?! ¡Como vas a dejar ir al testigo sin insistirle en que cuente todo!”, seguidas veces en el día te tocaban pasajeros con profesiones como esas, has llegado a enterarte de casos con finales fatales los cuales terminaban con un “Bueno, ofrécele unos tres mil pesos para que dicte sentencia a nuestro favor” de parte de los abogados y desde ese entonces desconfianzas bastante mucho de ellos.

Para las nueve y media apagaste el libre y te detuviste en un bar a tomar un café con media lunas saladas y disfrutar un poco de lectura; cuando terminaste la última punta de la medialuna pagaste los dieciocho pesos y volviste a subirte al mercedes.

“¿Esta en servicio?”
te pregunto una anciana, con una calida sonrisa respondiste que si y pusiste en marcha el motor para dirigirte hacia el ANSES, la señora se encargo de contarte que ese día cobraba la jubilación y como todos los abuelos de la ciudad (y del país) se quejo de que era muy poco lo que le daban. “Yo estoy sola, mis hijos ya tienen su familia pero viste hijo que hoy en día mil quinientos pesos no es nada ni para una sola persona…”, vos solo asentías y te limitabas a guardar tus opiniones políticas para ti.

Eran diez y veinte en el momento en que dejaste a la señora en la puerta del ANSES cuando detrás de ella subieron una madre con tres criaturas, un bebe, una nena de seis años y una preadolescente, una vez más en aquel día colocaste tu pie en el acelerador y te dirigiste hacia la zona sur de la ciudad, a mitad de camino te mordías los labios para no gritarle a la nena de seis años que se callara, a las tres cuadras de comenzar el viaje había comenzado a molestar a su hermana mayor, tus ojos se achicaron cuando viste como la madre la zarandeo del brazo para que se calmara pero sabías que no tenías que meterte, era cosa de familia pero si del zarandeo subía a un golpe te veías en la obligación de reaccionar.

Agradeciste que a las once menos cuarto esa pequeña familia hubiera abandonado tu lugar de trabajo y decidiste apagar el libre para tener un paseo de pura tranquilidad, estaba a punto de comenzar la hora pico y tenías que tener la mente en punto muerto para no estallar.

Para las siete de la tarde no veías la hora de apagar el cartelito rojo definitivamente y dirigirte derecho hacia tu casa a descansar, durante la tarde ya no eras un oyente gratuito o un observador mudo, para esa hora te habías convertido en el taxista con diploma en psicología.

A la hora de siesta tomaste a una pasajera que venía a los insultos limpios porque había aumentado la verdura y la carne, por ende te comenzó una conversación contra el gobierno y las autoridades de la ciudad, vos respondías pero siempre cuidando no dar muchos detalles de tu ideología.

Ya a mitad de la tarde, un padre con sus hijos recién salidos del colegio te pidieron que los alcanzaras hasta detrás de la cancha de Newell's Old Boys, esos dos pequeños para tu sorpresa te alegraron el largo viaje, con sus ocurrencias te sacaron una que otra carcajada y hasta te mordías tu labio por la ternura que te causaba su inocencia.

Ahora solo te quedaba una hora de viaje y era la más eterna del día, ibas derechito por el centro de la ciudad rezando que nadie elevara su mano para detenerte, tus ojos viajaron hacia el reloj que parecía plasmado en tu celular y sonreíste, eran las siete y media de la tarde. Decidido apagaste el libre y pusiste el acelerador a fondo.

Quitaste el equipo de música junto con la documentación del auto, con la mano que te quedo libre lo cerraste mientras con un pequeño cabeceo saludaste a El Negro que pasaba caminando con su bastón frente a tu casa, cuando estabas abriendo la puerta de entrada escuchaste unas risas que te obligaron a voltearte y sonreíste al reconocer a Dani, Jonathan y Maurito, quienes te saludaron con un “Hola ¿todo bien?” al mismo tiempo.

Cuando pudiste ver el pasillo de tu casa, suspiraste feliz, eso significaba que tu día laboral había finalizado, con ansias cerraste la puerta y caminaste esos pocos metros que te separaban de tu casa, abriste y cerraste la puerta gris que había en mitad del pasillo y le sonreíste a ella que te miraba desde la pequeña ventanita que había a un costado.

Segundos fueron lo que tardaste en entrar, dejar todo sobre la mesa y sin importarte que ella tuviera sus manos cubiertas por guantes de goma amarrillos lleno de espuma causado por el detergente, la tomaste de la cintura y diste vueltas por toda la cocina.

Ella reía, reía porque amaba que tuvieras esos arranques de adolescente enamorado, cuando la dejaste nuevamente frente al fregadero, te rodeo tu cuello con cuidado de no mancharte la ropa y te beso con amor y suma delicadeza.

Te costo pero te separaste para dejarla terminar de lavar, tus ojos vieron el humo que salía de aquella olla color marrón, y te viste tentado en saber que estaba cocinando, guiso de arroz amarillo con pollo, la boca se te hizo agua pero sabías que si metías mano ella era capaz de hacerte dormir en el fondo con el perro.

Por lo tanto luego de inhalar un poco ese rico aroma te dispusiste ir a cambiarte de ropa, necesitabas tu short gris y tu remera blanca que usabas para estar entre casa, cuando ibas hacia tu habitación escuchaste ruido en la primera habitación que tenía cortinas rosas y celestes.

Reíste al escuchar como ella te decía que primero te cambiaras y luego irías a jugar con aquellas personitas que se encontraban dentro de la habitación, cinco minutos después ella desde la cocina te sonrío al ver que le habías echo caso y siguió concentrada en preparar la mesa para la cena.

Nuevamente te paraste frente a la puerta marrón oscura de madera y sin golpear ni anunciar tu presencia ingresaste en ella. Las dos personitas que vivían ahí giraron sus rostros para ver quien era el que interrumpía un juego serió de la casita robada.

Te agachaste y estiraste tus brazos a lo largo, una cabellera rubia repleta de rizos que rebotaban en el aire fue la primera en levantar su cola y dar los torpes pasitos hasta llegar a esconderse en un costado tuyo, la otra cabecita castaña completamente lacia prefirió gatear hasta llegar a tu costado libre y fundirse en un abrazo.

Se dedicaron a jugar un rato hasta que la voz de la mujer mayor de la casa sonó llamando para comer, ambas miniaturas se pararon y estiraron sus manitos para que vos las cubrieras con las tuyas y entre risitas se acercaron a cenar junto a ella.

Durante una hora (a veces tardaban mas), cenaron la deliciosa comida preparada por ella, vos te dedicabas a comentar lo que había sido tu día mientras la ayudabas a darle de comer a los pequeños, a veces ambos reían al ver que él con su boca cubierta de salsa se entrometía en la conversación contando su día en el jardín, ella era mas reservada y solo se dedicaba a comer, vos siempre te estirabas para llenarla de besos en uno de sus cachetes inflados hasta que sus manitos te echaban.

Cuando degustaban de la torta de vainilla hecha por la abuela materna, era cuando escuchabas a tu mujer hablar de lo que fue su día hasta que era la hora de acostar a los mocosos.

Vos te dirigiste hacia la cama que tenía un acolchado con autos de carrera para acostar a Tomas, quien segundos después de escuchar un “Que Dios cuide y proteja tus sueños…” cerro sus ojitos, sonreíste al escuchar un ruido extraño que hacia con su boca siempre que se dormía.

Luego de darle un beso en la frente y acomodarle mejor la colcha, te acercaste a la otra cama con acolchado de Minnie, donde Milagros luchaba para no dormirse hasta no terminar de escuchar el cuento que su mamá le estaba contando, minutos después tomaste de la mano a Mariana, tu mujer, para luego apagar la luz y cerrar la puerta.

Eran las once de la noche cuando por fin te encontrabas en tu cama quitándole delicadamente cada prenda de ropa a Mariana, mientras ella hacia lo mismo con vos.

Eran las once y diez cuando tu cuerpo estaba sobre el de ella y te dedicabas a besarle cada parte del cuerpo, sin olvidarte ningún rincón, a las y cuarto era ella la que se dedico a besarte y acariciar cada parte de tu cuerpo como sabía que te gustaba.

Para las menos veinte sus cuerpos eran uno solo, los gemidos se mezclaban, sus piernas se entrelazaban sin saber cual era cual, sus labios se encontraban pegados sin poder (ni querer separarse) y a las menos cuarto gracias a un gemido silencioso supieron que habían llegado a la cima de la felicidad.

A las doce en punto, tu cuerpo estaba rodeado por el de ella y cuando tus ojos la observaron dormir tranquilamente sabías que eras feliz.

No te importaba levantarte a las seis de la mañana para salir a dar vueltas por mas de diez horas alrededor de toda la ciudad aguantado historias de personas desconocidas, cuando sabías que al regresar estaban ellos para llenarte de felicidad, Tomas con su pasión por todo y sus ganas de crecer rápidamente, Milagros con su dulzura y su seriedad ante las cosas; y ella Mariana quien te acepto con quince años y con diecinueve te dio la familia mas hermosa que hubieras deseado, ella Lali quien se desvivía por enamorarte cada día mas como vos lo hacia para con ella.

Cuando un nuevo bostezo se escapo de tus labios, estiraste tu brazo para apagar la lámpara que había sobre tu mesita de luz y sin quitarte a Mariana de alrededor de tu cuerpo, te (la) acomodaste mejor en la cama, estabas a punto de vencerte ante el sueño cuando corroboraste algo una vez mas: eras plenamente feliz.

Les cuento, iba a escribir otro corto (que todavia tengo en mente) y de golpe ¡paf! me salio esto.
¿Me salio tierno no? A mi gusto, tiene un nose que
Sera que me gusto imaginarme que así debe ser la vida de un taxista, o el querer tener una familia así, la verdad no lo se pero si se que me gusto jaja.
Espero que a ustedes tambien Smile
Pd. El corto se llama Feliz, pero el foro no me deja ponerlo porque es cortito ¬¬
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MensajeTema: Re: -Felicidad-   -Felicidad- Icon_minitimeMiér Ago 31, 2011 10:41 pm

Awwwwwwwwwwwwwwwwww.
¡Es hermoso!

Lo amé, lo amé, lo amé, lo amé.

Me encantó el hecho de que estuviera contado por Peter, siempre son todas las historias contadas por ella & la verdad es que ya empiezan a cansar..

Simplemente, te quedo p e r f e c t o.

¡Congrats!
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-Felicidad-
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