Capitulo XVII
Desde el principio
Mar se miraba en el espejo del baño de su habitación; ese que estaba ridículamente incrustado en la pared. Miro sus ojos grandes y sus labios carnosos, y pensó lo cerca que habían estado. Sonrió sin saber porque. Pero, algo borro su sonrisa. “Mariana”, le había dicho “Mariana”. No sabía cómo entender que en ese momento tan intimo que compartían, él decidiera contarle que creía haber visto a su hermana unos días atrás. Era una excusa y lo sabía muy en el fondo, sabía que había algo más pero no lo podía creer o tal vez no quería hacerlo. Respiro profundo y vació su mente. Se estaba volviendo paranoica y debía calmarse. Se sentía atraída por Peter, de hecho creía que era más que solo atracción; se estaba enamorando (si no es que ya lo estaba), pero no podía asegurar que él sintiera lo mismo, así que solo buscaba excusas para no afrontar la verdad. Una vez más, se había enamorado solo ella. Marianella era reacia al amor desde muy pequeña. Nunca creyó en amores eternos ni incondicionales. Solo una vez cayó ante el amor, a sus quince años. Demasiado joven para entenderlo y aun así no creía que fuera amor real, no siendo tan joven pero descubrió lo que era el amor cuando le toco sufrir por su error. Ahora deseaba dejar todas sus creencias, traumas o lo que fuera que la detenía, atrás y atreverse a amar, sin miedos, sin prejuicios ni inseguridades, solo amar. Pero, no podía y no sabía porque. Tal vez su propia sangre la detenía esta vez.
Juan Pedro Lanzani, ese era su nombre, mejor conocido como Peter Lanzani. Su papa era Diego Lanzani y su novia era Mariana Esposito. La mujer que más había amado en su vida. Tenía amigos, un trabajo y una vida, y había perdido todo por la culpa y la debilidad. Marianella, la hermana de Lali, su Lali ¿Cómo no lo vio? ¿Cómo la olvido? ¡Dios! Estaba furioso con él mismo ¿en qué lio estaba metido? Comenzó a pensar en todos los meses que llevaba encerrado en ese hospital disfrazado de centro vacacional; pensó en el día que la vio por primera vez, tirado en el piso de esa misma habitación, recordó cada momento vivido con ella, con su… cuñada. Sintió asco de él mismo ¿Cómo pudo olvidarla? No, no la olvido. Tal vez su cerebro pero no su cuerpo ni su corazón. Por eso quería verla, estar con ella era lo que necesitaba para estar bien. Las cosquillas, la paz, la alegría… Revivió cada momento a su lado estos últimos meses y entonces entendió. No estaba confundido por una mujer. Sino por dos. Amó y conoció a Lali hasta lo más profundo de su ser como para no reconocerla. La primera vez que la vio dentro del centro, era su hermana, pero en esa ventana por la que observaba todo ajena a él, ahora mismo, estuvo con Lali. El piano, Lali; el lago, Lali ¿Qué estaba pasando? ¡El beso! Era ella, se despedía de él, lo dejaba ¿había jugado con él? No, Mariana no era así sin embargo, lo había vuelto durante seis meses. Realmente pensó que estaba perdiendo la cabeza ¿Por qué no le dijo la verdad? Y entonces todo encajo, quería despedirse, quería librarse de él. No pensaba que no lo amase solo quería superarlo y dejar de sufrir. El no hacía más que hacerle daño, los últimos meses de su relación. No culpaba a la droga, se culpaba a él mismo por haberse permitido caer. Por creer que la culpa y el dolor se irían. Alejo a la persona que mas ama y la llevo a engañarlo. Que idiota fue.
Sentía rabia por lo que estaba pasando, por lo que él había hecho y por lo que ella le había hecho. No importaba la lógica ni el culpable, solo sentía impotencia, dolor y confusión. Había perdido todo. Su familia, su trabajo y las dos personas que más amaba. Como desearía volver atrás y comenzar todo desde el principio.
Sábado y como siempre Mariana conducía camino al centro “San Judas” había evitado el edificio “San Felipe” durante un mes en el que ha sufrido en silencio cada día y cada noche. “se suponía que dolía menos con el pasar del tiempo” pensó, al parecer ese proverbio no aplicaba en su situación.
Miro el edificio con tristeza, mientras se acercaba a las rejas del muro divisor. Cada momento vivido con él volvió a su mente, para golpearla con una verdad que debía reconocer: nunca dejara de doler, nunca se quedara en el pasado. Se detuvo frente al edificio San Felipe y bajo del auto. Desde el portón enrejado podía verse el lago a los lejos. Apoyó su cabeza contra la reja y posó ambas manos sobre los barrotes a cada lado. Sonrió con melancolía al recordar el momento vivido con su amor.
- ¿Recuerdas? Qué bueno que tu si estás segura de que fue real y que fue un sueño.
Mariana se sobresaltó al escuchar su voz hablarle.
- JP… hola. – sonrió nerviosa.
- ¿JP? - Peter levantó una ceja. – así me dice tu hermana, La. – la miraba serio, con ojos penetrantes. Quería la verdad, quería a Lali y le molestaba verla jugar a las gemelas intercambiables. Se sentía burlado, engañado y tonto.
Mariana se mantuvo en silencio por unos segundos.
- No, no entiendo… ¿Qué? – intento sonreír pero solo lograba mostrar su nerviosismo.
- ¿Esta fue tu manera de decirme adiós? Tal vez no tenga derecho a reclamar pero tu tampoco tenias derecho a tratarme como un estúpido. – Peter se paro frente a ella y esta se separo apenas de las rejas, entendiendo todo. Su juego de mentiras había terminado, dejándola hundida y sin excusas. Por primera vez se detuvo a pensar en sus razones para todo lo que había hecho y solo tenía una: no podía vivir sin él… pero no era suficiente.
- No… no Peter, no quise… yo no podía decirte. Intente hacer lo correcto, te lo juro pero no podía. No sabía cómo. – Peter la miró a los ojos. Estaban vidriosos.
- La perdóname. – se acerco a la reja y tomo la misma posición que Mariana mantuvo hasta hacia momentos.
- ¿Por qué? – ella lo miraba confundida.
- Perdóname por todo. Está bien que ya no quieras conmigo, de hecho me sorprende que aguantaras tanto tiempo. – hizo un intento de sonrisa – eres la mujer más increíble que he conocido.
- Peter – ella se acerco de nuevo a la reja que los separaban y acarició su mano.
- Pero me engañaste. Jugaste conmigo y no entiendo porque. – la miró a los ojos interrogante. Seguían cristalinos y por primera vez con Peter, Mariana estaba sin palabras. Abrió su boca para decirle cuanto lo amaba cuanto había sufrido y porque no aguantó la idea de no tenerlo y prefirió jugar este peligroso juego de roles, antes de perderlo.
- Si no puedes decirme nada, está bien. – la interrumpió – es mejor así. No le diré a nada sobre esto, te lo prometo. - se separó de las rejas y apartó su mano de la de Lali. – te amo, La.
- Peter… - apenas se escucho. Mariana estaba paralizada, con la voz quebrada. Volvió a poner sus manos sobre los barrotes y Peter las acarició. Sus ojos marrones y profundos miraban los verdes penetrantes de él. Ambos pares cristalizados, entrando en lo más profundo de su ser, sabiendo que tal vez, sería la última vez que se verían. Peter acarició su rostro y la contemplo solo un segundo.
- Perdón, pitt. – salió como un murmullo. Juan Pedro besó su frente y se aparto lentamente, viendo como la primera de muchas lágrimas comenzaban a rodar por la mejilla de la mujer que amaba.
- Adiós, La. – se alejó sin saber que ella le pedía perdón por no poder olvidarlo, por no poder dejarlo atrás. Le pedía perdón porque a diferencia de lo que él pensaba, ella lo amaba y amo cada mirada y cada caricia que le regalo porque sabía que era lo único que tenia para seguir; porque lo necesitaba así fuera en sus recuerdos.
- Lali ¿Qué haces aquí? – la enfermera de los ojos soñadores apareció en el portón enrejado de Santa Beatrice. Era hora de hacerle compañía a los chicos de San Felipe.
Mariana bajó la mirada y limpió sus lágrimas con disimulo, aunque no tuvo éxito ya que la enfermera notó en seguida su llanto.
- ¿Qué pasa? Miró el edificio frente a ella ¿es por él? - puso una mano sobre el hombro de su amiga – Lali – le limpió una de sus lágrimas escurridizas, esas que no les importaba más que salir y desaparecer, huir del dolor.
- Estoy bien. – fue lo único que pudo decir ¿me haces un favor? ¿le dices a Mar que… que no pude venir… dile que olvide que Euge tenía una presentación de una publicidad que diseño y quería que fuera.
- Si yo le digo. – Estefanía la miro atenta. – Lali haz que todo esto valga la pena. Puedes transformar ese dolor en alegría. Llego la hora. – y con eso siguió su camino. El mismo que Peter había recorrido minuto atrás, Mariana la miró alejarse hasta que el llanto nublo su vista. Ya no había más que hacer solo llorar… otra vez, como todas las veces ¿Cuándo el amor transforma toda su felicidad en dolor? Fue lo único que su mente pudo formular.
- Ey… - susurro Eugenia sobre la cama de Lali. Estaban acostadas de medio lado, mirándose a la cara, pero solo una de ellas sonreía. – hola… ¿quieres algo? – la morocha negó. – Lali…
- No digas nada. Np hay nada, nada que me puedas decir que me quite la culpa, Euge.
- ¿de qué hablas? ¿culpa de que Lali? ¡Tú lo amas! ¡hiciste lo único que podías hacer!
- ¡no Euge! – se sento sobre la cama al igual que la rubia. – lo mejor era aclarar todo. Decirle la verdad a todos y no lo hice. No hable por cobarde, por…. egoísta porque no lo quería perder y a la final eso fue lo que logre. – las lágrimas brotaran sin parar - ¿sabes que le dije, cuando me pidió una explicación? Nada! No pude decirle nada porque yo misma no entiendo porque lo hice, porque actué así. – Mariana se ahogaba en sus sollozos, mientras que Eugenia la escuchaba atenta.
- Lo que tú hiciste tiene una sola explicación: amor. Estúpido, incondicional e irracional pero verdadero. Eso es lo que debiste decirle. Que importa si por una vez fuiste cobarde o egoísta. Te lo merecías. Al menos una vez debías pensar solo en ti y en nadie más. Mariana de lo único de lo que eres culpable es de amarlo tanto que ninguno de los dos puede dejarse ir y si, suena cursi pero es verdad. – sonrió y acaricio el brazo de la morocha.
Lali la miro a los ojos y se dejo caer en el pecho de su amiga para llorar y seguir llorando, mientras pensaba que el peor castigo por amar a alguien era no dejar de hacerlo.
- Juan Pedro ¿Cómo sigue tu problema con la mujer que es pero no es? – el muchacho se sentó sobre el sillón del doctor Simón y enredo sus manos en su cabello. - ¿Qué pasa?
- No eran sueños, eran recuerdos que me estaban volviendo loco y ahora empeoró.
- ¿de qué hablas? ¿sabes quién es la chica, la recuerdas? ¿recordaste algunas cosas o todo?
- No lo sé. Solo sé que me voy a volver loco y que necesito una respuesta real. Concisa. Dije que no me importaba pero no es cierto. Necesito saber…. La necesito… la extraño, la… la amo.
- Juan Pedro explícame bien porque yo soy el que no entiende nada ¿a quién amas? ¿te enamoraste de alguien en el centro?
- Siempre la ame.
- ¿a quién? – el doctor Simón estaba totalmente confundido pero preocupado por el grado de ansiedad que manifestaba su paciente.
- ¿podemos seguir después? Necesito… pensar.
- Está bien. Pero búscame si necesitas algo y no salgas del edificio ¿Si?
- Si – Peter se levanto del sillón del sillón y salió lo más pronto que pudo de esas cuatro paredes que había sido testigo de sus anécdotas que hace unas horas.
- L, algo pasa con Lanzani. Te agradezco que cuando vengas a San Felipe trates de averiguar qué pasa. Esta muy agitado… gracias amigo. – una llamada telefónica y otra pieza caería justo en su lugar.
- Lanzani - Tefy se sentó junto al morocho que se dedicaba a mirar la nada misma en el gran salón donde la vio tocar el piano. - ¿vas a intentar tocar algo? – estaban sentados frente al piano.
- Solo conozco una canción y tarde semanas en aprenderla.
- ¿Por qué la aprendiste?
- Porque no podía dejar de imaginarme su sonrisa cuando me viera tocarla. – presiono una de las teclas. Ambos se quedaron en silencio solo oyendo el eco del sonido.
- Tú lo sabías ¿no? Las diferencias. Te he visto hablar con alguna de ellas. - Tefy tardo en responder.
- No sabes cómo te ama. Esta loca, no lo niego… loca de amor supongo.
- ¿sabes por qué intentaba pelear contra esto? Por ella. Porque me dolía hacerle daño. Porque quería que cada vez que la mirara a los ojos, viera como brillan de felicidad. Pero, cuando los veía opacos y sabía que era por mí no lo soportaba y me escapaba. No recuerdo cuando deje de hacerla sonreír. Cuando deje de intentar tocar una melodía para ella. Pero sé que quería cambiar y vivir por ella y no sé si es algo lindo o enfermizo pero no me importa. Solo me importa su risa, sus caricias, su sonrisa y esos ojos que cuando me miraban, me detenían el mundo. Y me odio a mi mismo por olvidarla ¿Cómo pude olvidarla si hace unos meses atrás no podía vivir sin ella?
- ¿todo este tiempo te sentiste vacio? ¿sentiste que te faltaba algo, algo que olvidabas a veces cuando la veías?
- Si- miró a la morocha por primera vez.
- Entonces no la olvidaste. Solo no podías verla, pero no dejaste de buscarla ¿Peter, sabes cuál es el más fuerte de los vicios? El amor y contra ese no hay terapia que valga. – de nuevo, reinó el silencio.
- Necesito de tu ayuda aunque debes confiar en mi ¿podrías? – Peter la miro suplicante y la enfermera le devolvió una mirada confusa.
Mariana había logrado levantarse de la cama para bañarse y bajar a la cocina a comer algo como su amiga le había pedido minutos antes de irse. Cada rincón de la casa le recordaba a Peter lo que le hacía doloroso cada paso que daba.
Un vaso de yogurt y agua. Nada muy consistente pero al menos era algo. El timbre sonó pero ella no se movió de la mesa de la cocina. Pensó en Belén, María o cualquiera de sus amigos queriendo levantarle el ánimo pero no quería hablar con nadie. El timbre siguió sonando con insistencia y no tuvo más remedio que dirigirse a la puerta y paralizarse por segunda vez en un día.
- Hola, Lali. – Peter la miraba desde la puerta con una media sonrisa. Tenía las manos en los bolsillos y su mirada paseaba desde su gran amor hasta la vacía y oscura calle detrás de él. - ¿puedo pasar?
- Si… - susurró mientras asentía con la cabeza. - ¿Cómo?
- Alguien me ayudo. – sonrió.
- No deberías estar aquí. Debes terminar de recuperarte, Peter. – no podía dejar de preocuparse por él.
- Estoy bien en serio… hace un tiempo me siento muy bien… Lali yo… quiero que me expliques. Quiero saber cómo paso esto. Necesito saberlo. – la chica se sentó en el sofá y él la siguió. Se mantuvieron en silencio unos minutos hasta que ella tuvo el valor de hablar.
- Yo… no tengo una explicación. Juro que no dejo de pensar en lo que estaba pensando cuando seguí con todo esto; con toda esta confusión y … solo puedo pensar que te amo, Peter. – sus ojos comenzaban a empañarse – te amo y no quería perderte. – ahogo un sollozo. – al principio no sabía dónde estabas, nadie me decía nada y yo… sentía que me moría todos los días. No podía respirar sentía que me ahogaba. – toco su pecho. – y te encontré de la nada. Te encontré y no sabias quien era yo y fue como si me dejaran sin aire otra vez. No lo podía creer. – las lágrimas salían sin permiso alguno haciéndola vulnerable y pequeña. – pensé que podía hacerte recordar y… luego supe lo de Mar… todo se complico… no quería hacerle daño a nadie. – respiro profundo. No podía dejar de hablar. Quería sacarlo todo, todo lo que la atormentaba desde hacía meses. Esta vez la persona correcta la escuchaba. – trate de dejar de verte. Te lo juro pero no pude. Tengo miedo de lo que siento por ti. Tengo miedo de que esto sea incluso una obsesión. – Juan Pedro tomó sus manos y acarició su rostro apartando las lágrimas que tanto odiaba que mojaran su rostro.
- Si es así, entonces los dos estamos obsesionados porque incluso cuando mi mente te olvido, el resto de mi te buscaba, La. – ella lo miró a los ojos y se encontró con su mirada vidriosa. – cuando creía que ambas eran la misma, me estaba volviendo loco porque había veces en las que me alegraban el dia y otras en las que me revolucionaban el mundo y esa eras tú. Lali, no me importa lo que paso. Solo me importa saber si aun quieres amarme porque yo quiero amarte a ti. Antes elegí estar contigo y ahora lo elijo de nuevo ¿tu quieres estar conmigo?
- Yo nunca deje de estarlo. - hablaba con voz casi inaudible. – pero debemos volver a empezar, Peter. Debemos construir lo que teníamos… desde el principio. – el morocho la miro y asintió con una sonrisa. Mariana lo imitó y al verla sonreír su pecho se lleno de emoción y se repitió la promesa que se hizo a sí mismo el día que la conoció: hacerla feliz de la forma que fuera. Y un simple abrazo fue suficiente para sellar esa promesa.
- Hola. – Mar se asomaba a la puerta de Laura - ¿te vas?
- Así parece ¿no? – la chica de rizos alborotados metía sus cosas en una maleta - ¿vienes a reclamarme?
- No. Vengo a hacerte una pregunta ¿Por qué? – Laura se detuvo a mirarla. Sonrió apenas. - ¿Por qué me hiciste eso?
- Me dicen que soy diferente a ustedes… que mi problema es “directamente psicológico” ¿Qué el de ustedes no lo es también? Yo no puedo curarme de esto porque mi mente no sabe cómo ¿no es igual contigo? Tu mente no sabe como estar bien sin ese “viajesito”.
- No. – la interrumpió – no es lo mismo. No sé si podrás curarte o no pero yo si pude.
- Por favor, Marianella ¿sabes lo que es la esquizofrenia? Te hace delirar, te hace cambiar la realidad de un momento a otro ¿no es eso lo que te pasa a ti? Tarde un año en aceptar esto ¿Qué no tardaste en aceptarlo también? No sé porque hice lo que hice. Ni siquiera sé como lo hice… todo es culpa de ellos – susurró. – por ellos estoy aquí. Ellos me hicieron esto. Por eso soy como tú. Quieren algo de mí pero nadie me cree. Me hablan y me hablan no me dejan en paz. – Marianella a miraba confundida. No entendía ni una palabra de lo que decía. Esquizofrenia, recordó. – Mar no me importa que paso, solo sé que… no quiero ser como tú. – la morocho pelo liso la miró confundida.
- ¿Qué?
- Yo no quería ser asi. Vivir manipulada por alguien o algo. Yo no soy una cobarde.
- ¿y yo si lo soy? Yo peleo todos los días contra eso!
- ¡no, no lo haces! Quedarse encerrada huyendo de todo no es pelear. Pero está bien porque yo te demostré que no hay salida y que lo único que podemos hacer es aceptarlo. Nunca recuperaremos nuestras vidas porque siempre nos usaran. Estamos atrapadas. Y también me esconderé así como tú lo haces y todo estará bien. – Laura sentó sobre la cama con la mirada perdida. Poco a poco fue recostando su cuerpo sobre la cama hasta quedar en posición fetal, susurrando palabras inentendibles. Mar se limitó a mirarla y aunque todo lo que dijo su compañera sonaba incoherente para ella tenía sentido. No podía dejar que sus malas decisiones gobernaran sobre su vida. No debía dejar que el pensamiento de la droga la paralizara cada vez que cruzara por su mente. Si era una cobarde. Si se escondía y mientras lo siguiera haciendo no volvería a vivir. El miedo la controlaba y el mundo la estaba dejando a un lado. Ella tenía la oportunidad de salir y ser libre. Debía hacerlo, debía empezar otra vez; debía simplemente vivir. necesitaba hablar con L, de inmediato. Era hora de darle un giro a su vida.
- Ajam! A ti te andaba buscando! - L señalo a Tefy en el pasillo frente a su oficina.
- ¿ah si? Siempre tan solicitada, yo. Qué cosa. – La enfermera rió.
- Si obvio. Si necesitas saber algo ve a la fuente de todo el saber.
- ¿me dices chismosa?
- No. Realmente hablaba de Hope pero increíblemente, esta vez no sabe nada.
- Ja-ja-ja ¿Qué quieres saber?
- Primero que nada ¿Dónde está Lanzani? Y segundo ¿Quién es la chica de la que se enamoro?- los ojos de la enfermera se desorbitaron y por un momento pensó en salir corriendo ¿debía contarle la verdad?
- Emmm ok.. Lanzani está afuera, creo y de quien está enamorado ni idea. – levanto los hombros en señal de indiferencia.
- Oooook. – el doctor dio un largo respiro – Lanzani no está afuera porque ya mande a buscarlo y no esta y el “ni idea” te lo creería si no fuera porque hablaste con el hoy justo antes de que desapareciera. Qué cosa ¿no? – se cruzó de brazos y la miró con el ceño fruncido. La chica cerró los ojos y respiró profundo resignada.
- Bien. Estoy a punto de contarte algo muy serio pero debes prometerme que no le dirás nada a nadie. – le hablaba en susurros.
- Lo prometo. – y el doctor le respondía igual. Tefy lo agarró de la bata y lo metió en su oficina.
Mar entraba al edificio San Felipe. Se dirigió a la recepción en busca de Tefy y pudo verla a través de los monitores principales (los únicos en la recepción), hablar en uno de los pasillos, justo con quien ella andaba buscando. Asi que sin pensarlo fue al encuentro de su amigo y doctor favorito y ¿Por qué no? A ver a Juan Pedro.
Al cruzar en el pasillo, vio a Estefanía entrar apresurada a la oficina de L con el doctor a rastras. Decidió esperar recostada en la puerta a que finalizaran su conversación. Pero al escuchar al doctor alzar la voz la curiosidad gano.
- Dale Tefy! Habla! Me estas poniendo nervioso ¿paso algo malo? ¿alguien está embarazada? No me muero por Dios! Sabía que una rejita no servía de nada entre los dos edificios lo sabía.
- ¿Qué? ¡no! L ¿estás loco? No la cosa es mas de novela. – la enfermera jugaba con sus manos – deje salir a Peter – los ojos de ambos se encontraron.
- ¿es un chiste no? – la chica de ojos soñadores negó. Mar al otro lado de la puerta estaba igual de sorprendida que el doctor al escuchar a su amiga.
- Ummm ummm – gesticulo la enfermera.
- ¿estás loca Estefanía? ¿te receto algo? ¿Por qué lo dejaste salir?! ¡me vas a matar! ¿o es que me quieres matar?! – se detuvo un momento a observarla fijamente. - ¿tú eres las de la historias? No me digas! No me digas! Dios! La enfermera y el paciente! – L puso dos de sus dedos sobre el puente de su nariz.
- ¡?que?! ¡no! ¡no! ¿estás loco? Tu eres el que debe recetarse algo ¿Cómo? No! ¡no soy yo de quien está enamorado! – Mar respiró profundo.
- ¿ah no? ¿y entonces que es lo que está pasando? ¿Por qué lo dejaste salir? ¿Qué es lo que le pasa? Explícame este enredo.
- Porque tenía que ver a Lali!
- ¿eh? – el doctor sacudió su cabeza y Mar se paralizó. - ¿de qué estás hablando?
- Juan Pedro Lanzani es el novio de Mariana. Era la mujer que él veía en sus sueños. La que confundía con Mar. La recordó. Recordó todo y se dio cuenta que Lali se hacía pasar por la hermana para acercarse a él. Peter creía estar enamorándose de Mar pero en realidad ama a Lali o… ahora tal vez las quiera a las dos porque para él, las dos eran una sola. – la respiración de Marianella se detuvo y sintió como caía en un abismo interminable. Cada palabra que la enfermera había dicho se le había clavado como una daga en su pecho. No entendía que estaba pasando. Solo una cosa le quedo clara en todo este enredo y era que una vez más, estaba llorando sola y rota, una vez más se sentía vacía.
Ahora debía enfrentar una nueva verdad, volver a levantarse y reconstruirse de los pedazos uno a uno… volver a empezar… desde el principio.