La Seductora (Lalipittence)

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Vie Ago 26, 2011 2:24 pm

Capítulo 17

Cuando llegaron, Peter estaba inclinado sobre la fogata, friendo pescado con maíz. Levantó la vista al oír la risa de Mariana, que llegaba precediendo al cargado Agustín, pero se apresuró a bajar la cabeza.
De pronto la muchacha se sintió ridículamente feliz. Levantó hacia los costados las dos mitades de su falda-pantalón y comenzó a tararear.
- ¿Le gustaría bailar, señor Sierra? - invitó, alargando los brazos.
Observaba a Pedro por el rabillo del ojo, pero él ni siquiera levantó los ojos.
Agustín, con evidente felicidad, tomó las manos extendidas de Mariana e inició una danza rápida por el pequeño claro, exuberante y alegre. Mariana le seguía el paso, por complicado que fuera, con pies que apenas rozaban el suelo.
- ¡Cuidado! - oyó gritar a Pedro.
Un momento después ella y su compañero caían en una depresión de unos treinta centímetros, cubierta de helechos. Allí quedaron tendidos; Agustín la rodeaba con brazos protectores; las faldas de Mariana le cubrían las piernas. - ¿Están bien? - preguntó Pedro, erguido ante ellos con el entrecejo fruncido.
- Nunca he estado mejor en mi vida- aseguró Agustín, mientras plantaba un caluroso beso en la mejilla de Mariana. Ella, siempre sonriente, giró hacia Pedro, que la miraba de un modo extraño.
- Creo que ya podemos comer - dijo Pedro, antes de volverse hacia el campamento-. Siempre que usted haya terminado de bailar, señorita Esposito.
- Por el momento, sí - aseguró ella. Y fue a ocupar su sitio ante el fuego.

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Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Vie Ago 26, 2011 2:26 pm

Capítulo 18

Aquella danza improvisada había puesto a Agustín de muy buen humor; hizo lo posible por entretener a Mariana, y hasta cantó algunas piezas para ella. Mariana se unió al canto; entre ambos compusieron un entusiasta dúo.
Pedro, sentado a un lado, con la cabeza baja, tallaba un trozo de madera sin participar, pero sin retirarse tampoco. En cierta oportunidad, mientras Mariana cantaba con la mejilla próxima a la de Agustín, la muchacha pensó que quizá Pedro no participaba porque no sabía cómo hacerlo. Promediaba la tarde sin que nadie pensara en partir. Fue Mariana quien interrumpió la diversión, sugiriendo que levantaran campamento y se pusieran en marcha.
Pedro arrojó su talla, guardó la navaja en el bolsillo y marchó lentamente hacia los caballos. Mientras Mariana ajustaba las correas de sus mantas, él se detuvo junto a ella.
- Eso fue muy bonito -comentó-. Bonito de veras. - ¿Dónde te criaste? - preguntó ella, apresuradamente.
- Allí la gente no cantaba - respondió él, con la misma prontitud-. ¿Te gusta ese hombre?
- Por supuesto. Tú mismo has comentado que es un buen candidato, ¿verdad? Y me has indicado que no me acerque a ti. Se supone que estoy dándote el gusto.
Él la miró de un modo como nadie antes la había mirado. Sus ojos parecieron a punto de quemarla.
- En efecto.
Giró sobre sus talones, abruptamente, y se retiró con tanta brusquedad que estuvo a punto de estrellarse contra Agustín.
- ¿Qué le pasa? Parece enojado. ¿Pasa algo aquí que yo no sepa?
- Señor Sierra, no tengo idea de qué sabe usted y de qué no sabe.
- Debo darte un consejo, Mariana: Juan Pedro no es el tipo de hombre que... bueno, para una muchacha como tú... No me gusta el interés que demuestra por ti.
- ¿Interés por mí?
- Tu padre le dijo que eras una Esposito, y él preguntó qué significaba eso.
- ¿Y tú lo sabías para explicárselo?
- No, no lo sabía; sólo que es la familia de tu madre. La gente como él no tiene parientes. Ni siquiera tiene apellidos.
- Señor Sierra - replicó ella, gélida-, usted y yo nos llevaríamos mucho mejor si se reservara sus opiniones sobre el señor Pedro. Después de todo, a ambos los conozco desde hace el mismo tiempo, y no tengo motivos para confiar más en usted que en él.
Así diciendo, montó su caballo. Por el resto del día sintió los pensativos ojos de Agustín Sierra clavados en ella. Viajaron arduamente durante dos días más. En tres oportunidades los hombres tuvieron que retirar troncos caídos en la senda; en una ocasión, Pedro y Agustín se vieron obligados a conducir los caballos por sobre un tronco tan grueso como una planchada. Otra vez pasaron horas enteras hachando un enorme tronco caído en el camino.
Por la noche se desplomaban en sus mantas y dormían profundamente. Al menos Mariana lo suponía así, puesto que Pedro dormía aparte, lejos del campamento.

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Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Vie Ago 26, 2011 2:55 pm

Capítulo 19

Al anochecer del segundo día, Agustín volvió a besarla. Habían cabalgado juntos por un rato durante el día, y él había vuelto a formularle preguntas sobre su carrera periodística. También se disculpó por sus comentarios sobre Pedro, diciendo que estaba preocupado por la seguridad de la muchacha. Ese atardecer la invitó a caminar; cuando estuvieron a unos cuantos metros del campamento, le dijo que era muy hermosa y pidió permiso para besarla. Mariana aceptó.
Había besado a muy pocos hombres en su vida y no estaba muy segura de cómo hacerlo. Los brazos de Agustín la rodearon agradablemente. Su beso fue cálido, seco y reconfortante, pero muy distinto del beso rápido y feliz de Pedro. No hubo fuego en su cuerpo. No hubo deseo que la impulsara a recostarse contra él, buscando más.
- ¿Qué diablos está usted haciendo, Sierra? - se oyó la indignada voz de Pedro. Agustín soltó a Mariana-. He venido pensando que ambos se habían perdido, y aquí está usted, manoseando a la señorita Esposito.
- No estaba manoseándola. Le pedí permiso... - Agustín se interrumpió, enfureciéndose-. Y de cualquier modo, esto no es asunto suyo.
- Es asunto mío devolver a la señorita Esposito a su padre.
- Y tampoco creo que se lo haya contratado sólo para eso - agregó Agustín.
- Vuelva usted al campamento - ordenó Pedro a Mariana-. ¡Ahora mismo!
Ella obedeció inmediatamente, y dejó a los dos hombres a solas. Algo más tarde, Agustín volvió al campamento solo, muy sonriente.
- A veces los empleados olvidan su lugar y es preciso recordárselo, - dijo, guiñando un ojo.
Esa noche Pedrp no volvió al campamento. Por la mañana estaba silencioso y se mantenía a buena distancia de Mariana.
Una parte de ella quería gritar de frustración por el misterio de lo que estaba pasando. ¿Cuál era la intención de su padre al hacerla viajar por la selva? No podía haber previsto que Juan Cruz los perseguiría. ¿Y por qué había contratado a un hombre que apenas sabía encender fuego para que la ayudara en un sitio tan salvaje? ¿Por qué Pedro la empujaba hacia Agustín y, un momento después, actuaba como amante celoso?
El día siguiente de aquel beso de Agustín, Peter les permitió detenerse ya avanzada la tarde. Mientras ella le ayudaba a preparar el campamento, trató de entablar conversación, pero él se limitó a responder con murmullos.
- ¿Qué te pasa? - le susurró ella-. Desde anoche no me diriges la palabra. ¿Estás enfadado conmigo por lo de Agustín?
- Lo que hagas es cosa tuya - respondió él, desensillando a un caballo-. He sido contratado como guía y nada más.
- Pero eres tú el que insiste para que pasee a solas con él. Te la pasas diciendo: "Señorita Esposito, vaya con Sierra a buscar leña", o bien "Señorita Esposito, ¿por qué no va con Sierra a pescar?" Me empujas hacia él. Si nos besamos, ¿no es acaso lo que estás buscando?
- Yo no estoy buscando nada. Oye, ¿por qué no vas a sentarte por allí? ¿Es que no puedes dejar de seguirme? ¿No vas a dejarme un instante en paz?
Los ojos de Lali se llenaron de lágrimas; se volvió hacia la fogata. Peter la llamó por su nombre, pero ella no respondió.
En cierta oportunidad sintió que Peter trataba de mirarla a los ojos, pero ella no levantó la vista. Al cabo de un rato él abandonó el campamento.
- Voy a caminar un rato y a escribir en mi diario - anunció Mariana a Agustín, sacando su cuaderno de la mochila-. Volveré dentro de una hora.
Y marchó por el sendero, en dirección opuesta a la que había tomado Pedro.
Recorrió un trecho más largo del que había pensado. Las palabras duras y furiosas de Pedro la habían ofendido; quería pensar en lo que había estado haciendo y en lo que deseaba hacer en el futuro.
Resultaba extraño que ese hombre la atrajera así. Hasta entonces nunca había hecho el papel de tonta.
Al cabo de un rato la luz comenzó a faltar. Entonces se apartó de la senda para sentarse en un tronco y empezó a tomar anotaciones en su diario. Tal vez si anotaba todos los hechos de ese extraño viaje podría descubrir qué estaba pasando. Escribió bastante sobre aquel hombre que era tan amable con ella, en oposición al hombre que parecía desear verla en el fondo de un pozo.
Como estaba bajo el amparo de las ramas y una gruesa sombrilla de musgo, en un principio no sintió las frías gotas de lluvia que comenzaban a caer. De pronto, se encontró bajo una catarata que caía del cielo.

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Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Vie Ago 26, 2011 7:13 pm

Me encantó.
Espero el siguiente con ansias Smile

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Vie Ago 26, 2011 8:20 pm

Capítulo 20

Al recoger apresuradamente sus cosas dejó caer la pluma. Mientras la buscaba entre las plantas, inclinada sobre el tronco, todo el costado de la senda pareció ceder y Mariana rodó hacia abajo. El tronco desapareció bajo su cuerpo. Alcanzó a aferrarse de una raíz, en el momento en que volaba por el flanco de la pared de la selva.
Allí quedó, colgando en el aire, bañada por la lluvia helada. Sus pies no hacían contacto con nada. Tampoco era posible ver cosa alguna por debajo o por encima de ella. Rezó pidiendo ayuda.
- Pedro - susurró.
El ruido de la lluvia no le permitía oír su propia voz. - ¡Pedro! - gritó.
Sus manos comenzaban a resbalar. Trató de mantener la cabeza fría, para pensar dónde estaba y cómo podía salir del aprieto. Si al menos hubiera podido ver cuánto faltaba para llegar al fondo del barranco... Bien podía estar a quince centímetros del suelo.
Torció el cuerpo para mirar hacia abajo, pero la neblina, cada vez más densa, lo ocultaba todo. Una de sus manos resbaló.
Le costó varios minutos de esfuerzo volver a afirmar las dos manos en la raíz del árbol. Se le estaba desgarrando la piel. Trató de balancearse hacia arriba, con la esperanza de afirmar el pie en el barro y las piedras del terraplén.
- Malditas sean todas las mujeres de los Esposito por su baja estatura - murmuró, ante la imposibilidad de llegar a lo alto.
De pronto se interrumpió, pues había creído oír un ruido allá arriba.
- ¡Peter! - gritó, con toda la fuerza de sus pulmones-. ¡Pedro, Pedro!
Antes de que volviera a gritar, él estaba a su lado, con la espalda hundida en el barro del terraplén; sus largos brazos se estiraron hacia ella para atraerla hacia sí.
Ella se aferró a su cuerpo como un mono a un árbol, echándole los brazos al cuello y las piernas a la cintura. Peter comenzó a bajar por el costado, apartando restos de piedras y troncos. Mariana se aferraba a él, escondiendo la cara en su cuello. No se soltó ni aun cuando él empezó a caminar.
- Ya está - dijo él por fin, desprendiéndose de la joven.
Cuando la puso en el suelo, ella descubrió que tenía las piernas flojas. Los dos estaban cubiertos de lodo. - Siéntate por un rato y descansa - aconsejó él, señalando una saliente rocosa a espaldas de la muchacha.
Agradecida, ella se dejó caer en ese lugar protegido de la fuerte lluvia.
Al mirar a Peter, con la lluvia fría que le corría por detrás de la cabeza, se dijo que nunca había visto algo más grato en su vida. Y le alargó los brazos, con toda naturalidad.
Él la estrechó con tal fuerza que estuvo a punto de sofocarla.
- Sabía que iba a llover - dijo- Estaba montando las tiendas cuando te fuiste. Pensé que tendrías el sentido común de volver en cuanto empezara la lluvia. Por Dios, Lali, serás mi muerte. Ha sido un milagro encontrarte.
Mariana estaba tan feliz de verse a salvo y a su lado que empezó a besarlo con vehemencia en el cuello.
- Sabía que me encontrarías - dijo-. Lo supe desde el momento en que cedió el camino. Estaba sentada allí y un segundo después estaba cayendo. Ni siquiera me enteré de que lloviera.
Peter se desprendió de sus brazos por la fuerza. Parecía sufrir un dolor muy intenso.
- Lali - dijo, con voz suplicante-, ¿alguna vez has visto llorar a un hombre adulto? ¿Pero llorar de verdad, como un crío desesperado?
- No, y no creo que quiera verlo. Peter...
- Entonces basta, por favor. Por favor, déjame en paz. No me sigas, no me toques, no me protejas, no pongas ungüento en mi espalda lastimada, no llores cuando me enfado contigo. No hagas nada. Te lo ruego. Por favor.
- No me importa que hayas estado en la cárcel. Puedes pensar que somos de diferentes clases sociales, pero no es así. Peter, creo que me estoy enamorando...
Él le cubrió la boca con la mano.
- No lo digas. Dentro de unos pocos días más no volveremos a vernos.
- El tiempo no cuenta. ¿Sabes cuántos hombres me han pedido que me case con ellos? Pero nadie me ha tentado, ni con el matrimonio ni con la seducción. Pero tú, Peter, tú eres el hombre que deseo.
La cara de Pedro sufrió una contorsión tras otra. Por un momento se inclinó hacia ella, como si fuera a besarla. Un segundo después corría a la lluvia.

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Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Vie Ago 26, 2011 9:11 pm

Aii nooo,quiero saber como sigue...
Subu otro pliss.

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Vie Ago 26, 2011 9:12 pm

casi muero de amor con esto

- Lali - dijo, con voz suplicante-, ¿alguna vez has visto llorar a un hombre adulto? ¿Pero llorar de verdad, como un crío desesperado?

no puede ser tan lindoooooooo

QUIERO MASSS, me lei jkdhksfjksfd capis en un dia jajaja pero no importa MAS MAS MAS!

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Sáb Ago 27, 2011 11:31 am

Capítulo 20

- ¿No comprendes que no puedo? ¡No puedo hacerte el amor! Y ahora, levántate. Vamos al campamento. Y no vuelvas a acercarte a mí.
La tomó de la muñeca y la arrastró fuera del refugio, para llevarla a empujones hasta lo alto. Una vez en la senda, se limitó a señalarle el camino hacia el campamento, sin tocarla.
Mariana sabía que parte del agua que le corría por la cara era un diluvio de lágrimas, pero no supo cuánto hasta que llegó al campamento.
Allí había tres tiendas, una para cada uno. Bajo un árbol, con la abertura apuntada en dirección opuesta a las otras dos, se veía un encerado: el refugio de Pedro.
El guía permaneció a un costado, cruzado de brazos, mientras ella iba hacia la tienda que le había indicado. Mariana tardó una hora en ponerse ropas secas, porque no podía controlar las lágrimas. Pasó toda la noche llorando. Eso tenía que pasarle la primera vez que se enamoraba.
Al llegar la mañana tenía la cara enrojecida e hinchada, la nariz abultada y la cabeza dolorida. Cuando Pedro fue a decirle que permanecerían en las tiendas hasta que cesara la lluvia, ella mantuvo baja la cabeza y se limitó a asentir con un gesto, pues no podía mirarlo.
Hacia mediodía estaba exhausta de tanto llorar y pensar, pero había tomado algunas decisiones. Encendió lentamente una pequeña fogata bajo el alero de la tienda y calentó un poco de sopa sobrante del día anterior. Luego sacó su capa impermeable.
Salió de la tienda con la espalda rígida. La lluvia arreciaba; la tetera caliente despedía volutas de vapor.
Pedro se había armado un refugio con un trozo de lona sostenido por dos estacas en la parte delantera. Los costados y el frente quedaban abiertos; el ocupante podía mantenerse seco siempre que el viento no impulsara la lluvia al interior. Peter estaba tendido adentro, con la cabeza apoyada en la silla de montar y un libro en las manos.
- Te traje un poco de sopa - dijo ella, por sobre el ruido de la lluvia.
El se levantó para tomar la cacerola. Mariana sacó algunos bizcochos que llevaba bajo su capa, y preguntó: - ¿Puedo sentarme?
- No creo que... Sí, por supuesto - dijo él, por fin, mirándola con atención.
A nadie podía pasar desapercibido que ella había estado varias horas llorando.
- He pasado la noche despierta, pensando en lo que me dijiste, y he tomado algunas decisiones - Mariana tomó aliento-. En primer lugar, quiero agradecerte que me dijeras lo que me dijiste. Sin duda no es algo que le digas a cualquiera.
Bajó la cabeza; como no lo miraba, no vio que él estaba boquiabierto.
- Me parece que el mejor modo de decir esto es ser directa. No sé mucho de amor, porque esta es mi primera experiencia; al menos, tratándose del amor entre hombre y mujer. Pero creo saber reconocerlo cuando lo siento. No sé cómo ni por qué, pero me he enamorado de ti y quiero pasar contigo el resto de mi vida. Ahora sé tu secreto y, después de mucho pensarlo (no debes pensar que digo esto con ligereza) sé que no importa. Como nunca he hecho el amor con un hombre, no tendré jamás idea de lo que pueda perderme. En cuanto a los niños, tengo algunos contactos en Nueva York, y si a ti te parece bien, podríamos adoptar uno o dos huérfanos.
Mariana se interrumpió y levantó la vista ante una exclamación de Pedro. Por un momento quedó atónita, porque él parecía haber sufrido una especie de ataque. ¿Sería epilepsia lo que padecía?

En una hora subo el siguiente!
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verO,

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Dom Ago 28, 2011 5:26 pm

porfiiiiiiiiiii sube mas!!!!!!

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Lun Ago 29, 2011 1:01 am

Hayy nooo quiero mas cap
no loo podes dejar ahi!
me encanta la nove♥

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Sáb Sep 03, 2011 1:28 pm

SUBE MASSS POFIII

Tema: Re: La Seductora (Lalipittence) Sáb Sep 10, 2011 5:40 pm

vuelvee